"AMLO utiliza el desacato como herramienta de hegemonía, transformando la desobediencia en un símbolo de resistencia popular."
En el contexto político actual de México, la reciente maniobra de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) al desafiar la suspensión judicial de la reforma judicial ofrece un ejemplo paradigmático de la construcción de hegemonía desde una perspectiva gramsciana. Este acto, lejos de ser una simple infracción legal, se revela como una estrategia deliberada para consolidar su poder y redefinir el panorama político y social del país, construir hegemonía política.
Desde sus primeros pasos en la política, AMLO ha hecho del desacato una herramienta crucial en su ascenso y consolidación. Su preeminencia se vio notablemente impulsada por su desafuero en 2005, cuando desobedeció una orden judicial relacionada con la construcción de una vialidad en el predio "El Encino". Este acto de desobediencia, lejos de perjudicar su carrera, le permitió posicionarse como un defensor de la justicia contra un sistema percibido como corrupto, captando así el apoyo popular y fortaleciendo su base electoral. Íñigo Errejón, en su análisis sobre el populismo, afirma que este "articula una nueva narrativa sobre la política, reconfigurando las fronteras del debate público y reorganizando las relaciones de poder" (La política de las cosas. Crítica del programa populista). AMLO ha aplicado esta narrativa desde el principio, utilizando el desacato como una estrategia central para su ascenso y legitimación.
El reciente desacato de AMLO al desafiar la suspensión judicial de la reforma judicial sigue esta misma lógica. Al confrontar abiertamente las decisiones de los tribunales, AMLO se posiciona como un líder que actúa en nombre del pueblo contra un sistema judicial que considera corrupto. Esta estrategia refuerza su imagen como un valiente defensor de la justicia y del cambio, transformando el desacato en un símbolo de resistencia popular.
Chaim Perelman, en su teoría de la argumentación política, destaca la importancia de la persuasión y el consenso en el ámbito político. AMLO ha demostrado una notable capacidad para utilizar el desacato y el conflicto con el sistema judicial como plataformas para construir una narrativa que resuena con su base electoral. Al presentar sus acciones como una lucha heroica contra un sistema judicial corrupto, AMLO convierte el desacato en un acto de resistencia. Pablo Iglesias, en Disputa por la democracia, enfatiza que el populismo requiere una capacidad persuasiva que transforme la percepción pública sobre la legitimidad y la justicia de las acciones políticas. AMLO, al desafiar abiertamente a las instituciones judiciales, está construyendo un consenso que legitima su gobierno y refuerza su posición como un líder que actúa en nombre del pueblo. Este enfoque no solo moviliza, sino que también humaniza el conflicto, convirtiendo el desacato en una herramienta poderosa de legitimación política.
Un aspecto significativo de la estrategia de AMLO es la sincronización de su desacato con eventos de alta visibilidad. El mismo día en que se promulgó la reforma judicial, AMLO organizó una masiva movilización que reunió a cerca de un millón de mexicanos para celebrar la reforma, el Grito de Independencia y su despedida como jefe de gobierno. Este acto no solo simboliza un desafío a la legalidad establecida, sino que también refuerza su narrativa de resistencia y legitimación popular. Al vincular la reforma judicial con el Grito de Independencia, AMLO amplifica el carácter heroico de su desafío y establece una conexión simbólica entre su administración y la historia de la lucha por la justicia en México. Esta sincronización maximiza el impacto emocional y político de la reforma, movilizando a una gran cantidad de ciudadanos y solidificando su base de apoyo.
La reacción del sistema judicial y de la opinión pública ha sido relativamente moderada, permitiendo que el presidente continúe con su agenda sin un contrapeso significativo. Esta diferencia subraya cómo la capacidad de un movimiento para desafiar el statu quo puede depender no solo de la estrategia política del líder, sino también de la fortaleza y respuesta de las instituciones y de la sociedad civil. En México, la habilidad de AMLO para movilizar a grandes sectores de la población y consolidar su apoyo ha sido un factor clave en la falta de resistencia efectiva a sus desafíos a la legalidad.
La estrategia de AMLO de desafiar las resoluciones judiciales y promover reformas controvertidas es un intento consciente de construir una hegemonía a través del desacato y la argumentación política. Utilizando el desacato como una herramienta para consolidar su poder, AMLO redefine las normas establecidas y construye una narrativa que resuena profundamente con su base electoral. Al sincronizar el desacato con eventos de alta visibilidad y convertirlo en un acto de resistencia popular, AMLO refuerza su posición y moviliza a su apoyo.
El desacato, como estrategia política de AMLO, no es un acto aislado, sino un instrumento continuo en su esfuerzo por desafiar y redefinir el orden establecido en una hegemonía política que estamos viviendo en México, con todas sus implicaciones. La capacidad de movilizar y persuadir a la ciudadanía fue esencial para el éxito de esta estrategia, y la respuesta del pueblo ha sido crucial para determinar el futuro del orden político y legal en México.
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