En la política, como en el ajedrez, la jugada más importante es siempre la próxima.
La política es un juego de estrategia. No basta con tener poder o buenas intenciones, es esencial anticiparse, leer el tablero y hacer movimientos precisos. El que no entienda esto, está condenado a ser una pieza en el tablero de otro. El domingo 13 de octubre, Querétaro se convirtió en un escenario que demostró una vez más esta realidad. La visita de la presidenta Claudia Sheinbaum puso de manifiesto que, en la política, como en el ajedrez, quien se anticipa a los movimientos del rival tiene la partida casi ganada.
Tras la última visita conjunta de Sheinbaum y el expresidente López Obrador, el gobernador de Querétaro había experimentado en carne propia el “síndrome del abucheo.” Aquella ocasión, los gritos y críticas por parte de los seguidores de Morena lo dejaron en una posición vulnerable, con una imagen pública erosionada y debilitada. Pero esta vez, el gobernador decidió que no se repetiría la misma historia. Había aprendido de la experiencia anterior, y como en el ajedrez, comprendió que para no ser superado, debía actuar antes que su oponente.
La consigna era clara: no debía haber interrupciones, ni abucheos, ni muestras de descontento. Para evitar una situación similar, el gobernador instruyó a sus secretarios para tomar medidas preventivas, asegurándose de que esta vez el terreno estuviera bien preparado. Sabía que Sheinbaum gozaba de gran respaldo popular en la región, y que cualquier error en la organización podría ser aprovechado por los líderes de Morena para lanzar críticas implacables contra su gobierno. Así, el ajedrez político comenzó con el movimiento inicial: una estrategia pensada para asegurar que no se le permitiera a la oposición dominar la narrativa.
Los líderes de Morena también se preparaban para la visita de la presidenta. Convocaron a una reunión masiva en el estadio La Purísima a las 10 de la mañana, confiando en que la convocatoria sería suficiente para mostrar músculo político. Estaban seguros de que, como en ocasiones anteriores, las masas llegarían a apoyar a Sheinbaum, y que, con su presencia, se impondrían en el espacio público. Pero el PAN no se quedó de brazos cruzados, y respondió con una jugada maestra. A las 7 de la mañana, tres horas antes de la convocatoria de Morena, los panistas llamaron a sus simpatizantes a llegar al estadio, pidiéndoles que llegaran bien desayunados y con líquidos para aguantar hasta la tarde. La instrucción era clara: quien controlara el espacio, controlaría la narrativa.
Este movimiento del PAN no fue improvisado. Al igual que en una partida de ajedrez, donde cada pieza tiene su función y valor, los militantes panistas entendieron que la ocupación física del estadio no era solo una cuestión logística, sino simbólica. Al llegar primero, dominaron el escenario y lograron evitar cualquier manifestación contraria. Para cuando los simpatizantes de Morena llegaron al lugar, el estadio ya estaba lleno, mayoritariamente con militantes del PAN. Afuera quedaron aquellos que llegaron tarde, algunos incluso tras dormir un par de horas más, en un claro ejemplo de que en política, como en ajedrez, el tiempo es un factor crucial.
La estrategia del PAN fue simple pero efectiva: al controlar el lugar y la narrativa, evitaron que los críticos del gobernador pudieran hacer ruido. Los radicales de Morena, aquellos que esperaban abuchear al mandatario local, se encontraron sin espacio para maniobrar. Además, la seguridad del evento, a cargo del gobierno federal en colaboración con el estado, se encargó de que no hubiera interrupciones. El resultado fue un evento sin confrontaciones, donde Sheinbaum se retiró con la sensación de haber tenido un encuentro exitoso, respaldada por los aplausos y vítores de una audiencia que, aunque en su mayoría panista, no mostró oposición ni abucheos.
Pero este éxito no fue casualidad. Fue el resultado de una planificación cuidadosa y una ejecución puntual. En política, la diferencia entre el éxito y el fracaso radica en la capacidad de prever el futuro, de anticiparse a los movimientos del otro y de no dejar que el oponente controle el tablero. El PAN entendió esto, y al madrugar, aseguraron que las piezas clave estuvieran en su lugar para que la partida se jugara a su favor.
Lo que ocurrió en Querétaro este domingo es un recordatorio de que la política es un ajedrez constante, donde cada pieza tiene su función, y cada movimiento puede determinar el desenlace. No se trata solo de estar en el lugar correcto, sino de hacerlo en el momento adecuado y con la estrategia correcta. En esta ocasión, Acción Nacional supo jugar sus piezas mejor que Morena. Madrugaron, tomaron el control del espacio y evitaron cualquier tipo de confrontación. Mientras que los seguidores de Morena llegaron confiados en su capacidad de convocatoria, lo hicieron tarde, y encontraron que el tablero ya no les pertenecía.
Sheinbaum, por su parte, salió bien parada, pero no por la movilización de su partido, sino porque el PAN le permitió tener un evento sin sobresaltos. Es un recordatorio más de que en política, la estrategia y la preparación son determinantes. Quien no entienda esta realidad, quien no se prepare para los retos futuros, está condenado a ser superado por aquellos que sí lo hacen.
La política no es un juego de azar, es un ajedrez donde las decisiones calculadas marcan el camino. El domingo en Querétaro fue una lección más de que, en este juego, el que madruga y se anticipa tiene la ventaja. Los panistas entendieron esto. Los morenistas, esta vez, llegaron tarde al juego. El tablero sigue abierto, pero la partida ya ha dado sus primeras lecciones: en política, como en el ajedrez, quien no anticipa los movimientos del rival, está destinado a perder.
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