“¿Puede la oposición transformar el descontento en esperanza, o se resignará a ser un eco de un pasado que ya no resuena con las mayorías?“
La reciente decisión de la jueza Nancy Juárez Salas, quien otorgó un plazo de 24 horas a la presidenta Claudia Sheinbaum para eliminar la publicación de la reforma al Poder Judicial en el Diario Oficial de la Federación, desata un torrente de interrogantes sobre la naturaleza y el propósito del juicio de amparo en el contexto actual. Esta situación no solo refleja un uso estratégico del poder judicial, sino que también pone de manifiesto la carencia de una agenda política coherente en la oposición, que ha optado por utilizar herramientas legales como el amparo para intentar deslegitimar procesos democráticos.
En este contexto, es crucial resaltar que la doctrina jurisprudencial desarrollada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) establece que el procedimiento de reformas y adiciones a la Constitución no es susceptible de control jurisdiccional. La función que realiza el Congreso de la Unión, al acordar las modificaciones, y las legislaturas estatales al aprobarlas, constituyen un proceso extraordinario que no puede ser comparado con el funcionamiento ordinario de otros órganos. Este proceso, al ser exclusivo y soberano, no está sujeto a ningún tipo de control externo. En este sentido, el juicio de amparo presentado por la oposición carece de un fundamento sólido y se enfrenta a la improcedencia, dado que el propio marco legal reconoce la función del órgano reformador de la Constitución.
A través del juicio de amparo, la oposición busca construir una narrativa de desacato a las leyes, pero esta narrativa carece de sustento legal y político. En vez de ofrecer un marco legítimo para su oposición, esta estrategia se revela como un intento desesperado de desacreditar un proceso democrático en curso del que son parte. La oposición, al utilizar este recurso legal, no solo subestima el marco constitucional, sino que también ignora la voluntad de las mayorías, esas que cuentan y se contaron en el pasado proceso electoral, que han respaldado las reformas promovidas por la Cuarta Transformación.
Más preocupante aún es que esta táctica refleja un contubernio entre ciertos sectores de la oposición y jueces que parecen dispuestos a colaborar en la deslegitimación de los procesos democráticos. La manipulación del sistema judicial para fines políticos representa una grave amenaza para la estabilidad democrática del país y socava la confianza de la ciudadanía en las instituciones. La oposición, al optar por esta vía, se aleja de una verdadera construcción política que podría ofrecer alternativas al electorado.
El reto que enfrenta la oposición no es frenar las reformas, ya son cosa aprobada y publicada, sino construir una narrativa que emocione a la ciudadanía, que cuente otras historias de esperanza. En este momento, su presencia se percibe de manera testimonial y poco propositiva emocionalmente y socialmente, lo que limita su capacidad de conectar con la población. En lugar de ofrecer soluciones concretas a los problemas que enfrenta el país, la oposición se ha limitado a ser un contrapeso, pero sin generar entusiasmo ni ilusión en la ciudadanía.
Si la oposición continúa enfocándose únicamente en el juicio de amparo y otras maniobras legales, estará condenada a un papel secundario en la política nacional, serán la “anti“ de la cuarta transformación. En lugar de ser el “anti” de la Cuarta Transformación, deben construir una narrativa propia que ofrezca respuestas a las inquietudes de la población. Lo que necesita la oposición es una narrativa que inspire y que logre emocionar, que permita vislumbrar un futuro distinto, uno que no esté definido solo por ser la oposición a un gobierno, sino por propuestas claras y viables que reflejen un verdadero compromiso con la ciudadanía.
El juicio de amparo y otras tácticas judiciales no serán suficientes para ganar terreno en una disputa que, en el fondo, es política y cultural. La oposición ha apostado por una estrategia de resistencia a que la limita a una presencia testimonial, alejada de las mayorías y de los deseos de transformación que resuenan en gran parte de la ciudadanía. Lo que realmente necesita es un proyecto con capacidad de enamorar, de emocionar, y de ofrecer nuevas historias que proporcionen salidas a los problemas actuales.
El verdadero reto está en contar otras historias. Historias que ofrezcan caminos distintos y que muestren una visión de país que también puede ser transformadora, pero desde otro enfoque. La oposición debe dejar de ser percibida únicamente como un obstáculo y empezar la narrativa como una opción real de futuro. Solo así podrán recuperar la confianza de la ciudadanía y convertirse en un actor propositivo en la construcción del país. El centro es la narrativa, ahí la cuarta transformación mantiene la hegemonía.
En conclusión, la utilización del juicio de amparo por parte de la oposición, sin una base legal sólida, no solo representa una estrategia fallida, sino que revela una falta de visión y propuestas concretas. Es hora de que la oposición entienda que, para ser un actor relevante en la política mexicana, necesita trascender el mero desacuerdo y comenzar a forjar un camino que conecte con las aspiraciones de un pueblo que anhela cambios reales. El segundo piso de la Cuarta Transformación está en marcha, y no se ve oposición que la detenga.
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