“Mientras la oposición espera el fracaso, Claudia Sheinbaum mueve las piezas para construir el futuro.”
Cuando el tablero político se encuentra marcado por tensiones internas y presiones externas, las decisiones estratégicas de un líder adquieren una relevancia mayúscula. Los primeros cien días de Claudia Sheinbaum al frente del Ejecutivo ofrecen una ventana para analizar no solo su capacidad de respuesta ante las emergencias, sino también su habilidad para diseñar un proyecto de largo plazo. En este escenario, la metáfora del ajedrez resulta útil: cada movimiento debe ser calculado, anticipando reacciones y resultados. ¿Cómo ha jugado Sheinbaum sus primeras partidas en un entorno marcado por incertidumbre y desafíos estructurales?
La legitimidad como eje central
Sheinbaum asumió el cargo con el doble reto de consolidar su liderazgo dentro del movimiento de la 4T y demostrar su capacidad de mantener la continuidad del proyecto de transformación. La transición tras un dirigente tan carismático como López Obrador habría sido una tarea titánica para cualquier político. Sin embargo, Sheinbaum ha optado por una estrategia de legitimidad basada en la acción visible: enfrentarse cara a cara con las crisis, desde la violencia en el sureste hasta la inestabilidad económica heredada, enviando un mensaje claro de que hay alguien al timón.
Este enfoque responde a una regla esencial del poder descrita por Maquiavelo en El Príncipe: un líder que asume un entorno turbulento debe proyectar fortaleza, incluso si ello conlleva desgaste. Para Sheinbaum, su presencia constante en los focos de tensión ha sido clave para evitar vacíos de poder y construir confianza en un momento crítico.
Navegar en aguas turbulentas
Los primeros meses de Sheinbaum han estado marcados por emergencias simultáneas: una reforma judicial difícil de aterrizar, la violencia recrudecida en puntos clave del país y las secuelas de una economía que arrastra años de desinversión pública. Estos desafíos requieren decisiones rápidas y pragmáticas, a menudo bajo el principio de Sun Tzu en El Arte de la Guerra: elegir el menor de los males para preservar el terreno estratégico.
Por ejemplo, la aprobación de un presupuesto limitado pero enfocado en programas sociales prioritarios no solo busca responder a las necesidades inmediatas, sino también reforzar el proyecto político que Sheinbaum representa. La narrativa aquí es crucial: no se trata solo de administrar recursos, sino de reforzar la visión de un Estado que combate la desigualdad.
El tablero internacional: Trump como oponente inesperado
El entorno internacional ha añadido una capa de complejidad a las primeras jugadas de Sheinbaum. La reelección de Donald Trump en Estados Unidos implica un replanteamiento del modelo económico mexicano, profundamente dependiente del comercio norteamericano. Las amenazas de políticas proteccionistas y la incertidumbre en las cadenas de suministro han obligado a la administración a reforzar alianzas estratégicas en otros frentes, mientras intenta mantener la estabilidad macroeconómica.
En este punto, la estrategia de Sheinbaum se alinea con la máxima de Greene en Las 48 Leyes del Poder: “Planea hasta el final”. Al priorizar la diversificación de mercados y asegurar la confianza en la economía nacional, Sheinbaum busca construir un margen de maniobra que le permita resistir embates externos.
Trabajo en tierra y construcción de hegemonía
Uno de los mayores aciertos estratégicos de Sheinbaum ha sido su enfoque en el trabajo territorial. En un contexto donde la oposición carece de una narrativa propositiva, limitándose a esperar el fracaso del gobierno, Sheinbaum ha movilizado la estructura de la 4T para reforzar su legitimidad desde abajo. Esto no solo responde a la necesidad de consolidar su liderazgo, sino que también sienta las bases para enfrentar los retos electorales que se avecinan.
El enfoque territorial, combinado con un uso inteligente de las redes sociales para amplificar mensajes clave, permite a Sheinbaum conectar con diversas audiencias y contrarrestar la narrativa pesimista de sus detractores. En términos de Ganar o morir, de Pablo Iglesias, esta estrategia refuerza la idea de que la política es, ante todo, una batalla por la hegemonía cultural y narrativa.
Hacia una estrategia de largo plazo
Los primeros cien días de cualquier administración son, en gran medida, reactivos. Sin embargo, Sheinbaum ha dado señales claras de una visión estratégica a largo plazo. La reestructuración de Pemex, el impulso a la transición energética y la atención a la crisis de seguridad no son solo medidas inmediatas; son movimientos en un tablero complejo que buscan garantizar un legado transformador.
Como en el ajedrez, las primeras jugadas de Sheinbaum han consistido en proteger su flanco débil mientras prepara el terreno para un ataque más estructurado. La clave estará en consolidar estas primeras acciones en un plan coherente que le permita avanzar hacia una “velocidad crucero” en los próximos meses.
Conclusión: La paciencia estratégica
Es absurdo valorar los primeros tres meses de un gobierno con juicios definitivos. Como un ajedrecista que apenas inicia una partida complicada, Sheinbaum ha mostrado capacidad para sortear las primeras emergencias sin perder de vista el objetivo final. En un entorno marcado por incertidumbre y oposición hostil, su habilidad para construir legitimidad, mantener la estabilidad y proyectar una visión de largo plazo será clave para definir el éxito de su administración.
La lucha por el poder es el motor de la política, y en este juego, Claudia Sheinbaum parece estar jugando con la mirada puesta en el jaque mate.
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