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El poder de la narrativa transmedia: la nueva guerra por la hegemonía política


 “Las guerras se ganan no solo con soldados, sino con ideas que los hagan avanzar” – Napoleón Bonaparte


En el campo de batalla, Napoleón entendió que la moral de sus tropas era tan crucial como la cantidad de cañones en sus filas. No bastaba con lanzar ofensivas bien calculadas si la historia que sostenía la lucha no tenía fuerza. En la política contemporánea, las guerras ya no se libran solo en las urnas, sino en un territorio difuso donde los medios tradicionales, las redes sociales y las conversaciones digitales son el nuevo campo de batalla. Aquí, quien controle la narrativa transmedia, dominará la política.


La política ya no se juega, se cuenta


Vivimos en la era de la saturación informativa. Cada minuto se generan millones de publicaciones en redes sociales, videos en YouTube y podcasts en Spotify. En este ecosistema, el ciudadano ya no es solo un espectador pasivo de la política; es un actor que participa, interpreta y, en muchos casos, reescribe la historia.


Los líderes políticos han comprendido que su poder ya no depende solo de discursos sólidos o estructuras partidarias bien organizadas, sino de su capacidad de construir relatos que sean replicables y adaptables a múltiples formatos. Así como Hollywood convirtió a Marvel en un fenómeno global con un universo narrativo que conecta cómics, películas y series, la política ha aprendido a hacer lo mismo. Los candidatos ya no son solo figuras públicas, son personajes en un relato épico de transformación, resistencia o cambio.


Cuando Barack Obama irrumpió en la escena política de 2008 con su lema “Yes, we can”, no solo construyó un eslogan poderoso; creó una historia de esperanza que sus seguidores podían contar en redes, llevar en camisetas y compartir en videos caseros. Su campaña no se limitó a la televisión o los mítines, sino que permitió que cada ciudadano se sintiera parte de la construcción del cambio, transformando la política en un relato transmedia en expansión.


De la comunicación vertical a la narrativa transmedia


El modelo clásico de comunicación política funcionaba bajo una lógica vertical: el político hablaba y el ciudadano escuchaba. La llegada de las redes sociales rompió esa dinámica, dando paso a un ecosistema participativo donde el mensaje ya no es propiedad exclusiva del emisor.


Hoy, los equipos de campaña no pueden limitarse a lanzar un solo mensaje esperando que la audiencia lo reciba sin alteraciones. En el mundo digital, cada mensaje se fragmenta, se transforma y es apropiado por distintos públicos. Aquí entra en juego la narrativa transmedia, un enfoque que no busca transmitir un mensaje único, sino crear un universo narrativo donde diferentes plataformas cuentan distintas facetas de la historia política.


Un caso paradigmático es el de Donald Trump en 2016. Su comunicación no se limitó a los debates televisivos o entrevistas en medios tradicionales; su cuenta de Twitter se convirtió en el epicentro de una narrativa polarizante, que luego se amplificaba en videos virales, foros digitales y cadenas de WhatsApp. Su campaña no solo transmitió un mensaje, sino que permitió que cada seguidor lo reinterpretara y lo llevara a nuevas plataformas.


Por el contrario, los políticos que siguen comunicando bajo el esquema tradicional pierden el control del debate. Un ejemplo reciente es la campaña de Hillary Clinton en la misma elección de 2016. Aunque tenía un mensaje sólido y estrategias de comunicación convencionales bien estructuradas, su relato no logró expandirse de manera orgánica en el ecosistema digital. Mientras Trump dominaba la agenda con declaraciones explosivas que se multiplicaban en redes, Clinton seguía dependiendo de los medios tradicionales, que ya no tenían el monopolio de la conversación.


Cómo se construye una narrativa transmedia efectiva


Para que una campaña política funcione bajo este esquema, necesita tres elementos fundamentales:

1. Un relato central fuerte: No se trata solo de tener propuestas, sino de construir una historia en la que el votante quiera participar. El mensaje debe ser claro, emocionalmente potente y fácilmente adaptable a diferentes formatos.

2. Expansión multiplataforma: El contenido debe diseñarse para vivir en distintos espacios. Un spot de televisión puede tener una versión corta para TikTok, mientras que una entrevista en podcast puede derivar en frases destacadas para Twitter o infografías para Instagram.

3. Interactividad y apropiación: La narrativa debe invitar a la audiencia a formar parte de ella. Esto se logra a través de desafíos virales, encuestas participativas o dinámicas donde los seguidores contribuyan con sus propias versiones del mensaje.


El ajedrez digital: anticipación y contraataque


En la era de la narrativa transmedia, no basta con construir un buen relato, sino que es necesario anticipar y responder en tiempo real. Las campañas políticas deben actuar como un ajedrecista digital, moviendo piezas antes de que el adversario tome ventaja.


Un ejemplo claro de esta lógica fue la campaña de AMLO en 2018. A lo largo de los años, López Obrador fue etiquetado por sus opositores como un “peligro para México”. En un movimiento estratégico, su equipo utilizó la narrativa transmedia para desactivar el miedo y transformar la percepción. Videos de YouTube con testimonios ciudadanos, transmisiones en vivo donde se mostraba cercano y accesible, y una presencia constante en redes lograron darle la vuelta al relato.


En contraste, los ataques digitales a Joe Biden en 2020—acusándolo de ser un candidato débil—fueron respondidos con una estrategia transmedia coordinada, donde se utilizaron desde memes hasta documentales para fortalecer su imagen de liderazgo.


El futuro de la política es transmedia


La política contemporánea no se gana con discursos, sino con experiencias narrativas inmersivas. Las nuevas generaciones no quieren solo escuchar promesas de campaña; quieren participar en la construcción del relato.


Quien domine la narrativa transmedia tendrá una ventaja estratégica en el campo de batalla electoral. No basta con estar en redes sociales o lanzar spots televisivos bien producidos; es necesario articular un universo narrativo donde cada votante pueda sentirse parte de la historia.


Porque, como Napoleón comprendió hace más de dos siglos, la victoria no depende solo de la fuerza bruta, sino de la capacidad de inspirar, movilizar y hacer que una causa resuene en las mentes y corazones de quienes la sostienen. En la política de hoy, las guerras se ganan con relatos que no solo se cuentan, sino que se viven y se comparten.

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