“Cuando lo público se negocia en privado, la democracia pierde y alguien más gana.”
La reciente solicitud del Sindicato de Trabajadores del Municipio de Cadereyta de Montes para excluir a los medios de comunicación de la audiencia de conciliación ante el Tribunal de Conciliación y Arbitraje de Querétaro no es un simple trámite administrativo. Se trata de una decisión política que coloca el eje de la negociación en la opacidad y que plantea preguntas fundamentales sobre la transparencia en el manejo de los recursos públicos.
Lo que está en disputa no es cualquier cantidad de dinero. En el centro del conflicto se encuentra una deuda histórica que el municipio mantiene con el sindicato y que, al no haberse resuelto en su momento, terminó convirtiéndose en deuda pública. Es decir, lo que se negocia no solo afecta a los trabajadores sindicalizados, sino a toda la ciudadanía de Cadereyta, pues el pago de esa deuda compromete el presupuesto municipal.
Ante esta realidad, la decisión del sindicato de solicitar que las negociaciones se realicen sin la presencia de los medios es una postura política que privilegia la discreción sobre la transparencia. La pregunta clave es: ¿por qué una negociación sobre dinero público debe manejarse en lo oscurito?
La narrativa sindical: La opacidad como estrategia
El documento presentado por el sindicato ante el tribunal se enmarca dentro de una estrategia narrativa ampliamente utilizada en México: presentar las decisiones políticas como si fueran meramente técnicas o administrativas, para evitar el escrutinio público. Este es un recurso común cuando se quiere despolitizar un tema que, en realidad, tiene profundas implicaciones políticas y económicas.
En este caso, el sindicato justifica la solicitud de excluir a la prensa bajo la premisa de que la audiencia de conciliación es un procedimiento interno que debe resolverse sin interferencias externas. Sin embargo, esta argumentación oculta el hecho de que lo que se discute no es solo un tema laboral, sino una cuestión de dinero público.
Si la deuda sindical ya se convirtió en un compromiso financiero del municipio, entonces no puede tratarse como un asunto privado. Lo público no puede negociarse en privado, y mucho menos cuando lo que está en juego es la asignación de recursos que afectan a toda la población.
El hecho de que la dirigencia sindical intente evitar la exposición mediática demuestra que hay algo en la negociación que se prefiere mantener alejado de la opinión pública. Si el acuerdo fuera transparente y justo, ¿por qué excluir a los medios? ¿Qué se quiere evitar? ¿Quién se beneficia con este manejo en lo oscuro?
El argumento técnico y administrativo como herramienta antidemocrática
Uno de los mecanismos más utilizados para legitimar la opacidad en la política es la argumentación técnica y administrativa. Se presenta la negociación como un tema que solo compete a especialistas y funcionarios, eliminando el debate público y reduciendo el margen de cuestionamiento ciudadano.
En este caso, el sindicato enmarca su solicitud en un discurso de procedimientos legales y administrativos, cuando en realidad lo que está en juego es el manejo de recursos públicos. Es decir, se usa la tecnocracia como un escudo para evitar que la sociedad participe o exija rendición de cuentas.
Este tipo de estrategias no son nuevas. En muchas ocasiones, los gobiernos, los sindicatos y otros actores políticos han recurrido a la opacidad para gestionar temas sensibles sin enfrentar la presión de la opinión pública. El argumento de que ciertos asuntos deben resolverse sin interferencias externas suele ser un pretexto para tomar decisiones en un círculo cerrado, lejos del escrutinio ciudadano.
El problema es que este enfoque socava los principios democráticos. Una negociación de esta magnitud no solo debería ser analizada por especialistas en derecho laboral o administración pública, sino que debe estar sujeta a la deliberación y supervisión de la ciudadanía. Lo contrario permite que los acuerdos se diseñen en función de intereses particulares y no del bien común.
El costo de la falta de transparencia
El caso de Cadereyta debe analizarse en un contexto más amplio: en México, la opacidad ha sido históricamente un mecanismo para la toma de decisiones sin supervisión ciudadana. Desde los fideicomisos gubernamentales hasta las negociaciones sindicales, el secreto ha sido un arma para el control político y la distribución discrecional de los recursos públicos.
Cuando se permite que una negociación sobre dinero público ocurra en lo oscuro, se crea un precedente peligroso. Se normaliza la idea de que los acuerdos financieros pueden tomarse sin consulta pública, sin deliberación abierta y sin responsabilidad ante la ciudadanía.
En este sentido, la dirigencia sindical de Cadereyta ha optado por una estrategia que va en contra de los principios básicos de la democracia. Si el pago de la deuda sindical afectará el presupuesto municipal, entonces el proceso de negociación debería ser completamente abierto y transparente.
Es cierto que algunos argumentarán que ciertas negociaciones requieren discreción para facilitar los acuerdos. Sin embargo, la experiencia en México demuestra que las decisiones que se toman en lo oscurito casi siempre terminan beneficiando a los actores con mayor poder y perjudicando a la sociedad en su conjunto.
Conclusión: La Opacidad Siempre Favorece a Alguien
El documento del sindicato no solo es una solicitud técnica ante un tribunal laboral; es una declaración política que refleja una postura clara: evitar la transparencia en un tema que involucra dinero público. Al excluir a la prensa, se limita la capacidad de la ciudadanía para conocer los detalles de un acuerdo que impactará las finanzas del municipio.
Este caso es un recordatorio de que en política, la opacidad nunca es neutral. Siempre hay alguien que se beneficia de la falta de transparencia, y casi siempre es a costa del interés público. La pregunta sigue abierta: ¿quién gana con este manejo en la sombra y quién terminará pagando la cuenta?
En democracia, la luz del debate público es la mejor garantía contra los abusos. Si un acuerdo es legítimo, no necesita ocultarse; si se esconde, es porque no soportaría el escrutinio ciudadano.
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