“Teuchitlán no es Ayotzinapa, pero sí la primera gran prueba de fuego para la 4T en materia de justicia y seguridad.”
La historia de México está marcada por episodios de violencia que han cimbrado gobiernos y redefinido agendas políticas. El hallazgo de restos humanos en Teuchitlán, Jalisco, ha encendido las alarmas y generado comparaciones con la tragedia de Ayotzinapa. Sin embargo, aunque ambos casos exponen la crisis de desapariciones y la colusión entre crimen organizado y autoridades, las diferencias en el contexto político, la reacción del gobierno y la narrativa en torno al caso podrían marcar un desenlace distinto.
¿Estamos ante un nuevo Ayotzinapa o frente a una prueba de fuego que podría consolidar o debilitar el liderazgo de Claudia Sheinbaum?
Un hallazgo que estremece
El caso de Teuchitlán irrumpió en la agenda pública con fuerza. Los reportes de restos humanos en un predio de la zona, la presencia de prendas abandonadas y la posibilidad de que se tratara de un campo de exterminio criminal desataron indignación. Las familias de desaparecidos, cuyos colectivos han documentado la crisis humanitaria en Jalisco, reaccionaron con un llamado urgente a las autoridades: esclarecer los hechos, identificar a las víctimas y garantizar justicia.
La comparación con Ayotzinapa no tardó en llegar. La desaparición de 43 estudiantes en Guerrero marcó un parteaguas en la administración de Enrique Peña Nieto, exponiendo la complicidad del Estado con el crimen organizado y provocando un quiebre en su gobierno. La pregunta ahora es si Teuchitlán podría convertirse en un símbolo similar para la Cuarta Transformación o si el contexto político y las diferencias entre ambos casos evitarán una crisis de la misma magnitud.
Similitudes y diferencias
Hay paralelismos evidentes entre Teuchitlán y Ayotzinapa. Ambos casos reflejan la impunidad y la violencia estructural en el país. También comparten la indignación de la sociedad civil y la presión de los colectivos de buscadores.
Sin embargo, las diferencias son igualmente notables. En 2014, Peña Nieto enfrentó la tragedia desde una posición de fragilidad política. Su gobierno había llegado con una legitimidad cuestionada y una estrategia de comunicación deficiente. El caso Ayotzinapa no solo evidenció la corrupción e ineficacia del Estado, sino que también desató una crisis internacional de credibilidad para su administración.
En contraste, Claudia Sheinbaum inicia su mandato con una base de apoyo sólida, un respaldo del 80% en aprobación y un liderazgo fuerte heredado de López Obrador. Su administración ha priorizado una estrategia de seguridad basada en inteligencia policial y el uso de tecnología avanzada, con asesoría de Estados Unidos, lo que podría darle herramientas para manejar la crisis con mayor eficacia.
Otro factor clave es la reacción política. Mientras Ayotzinapa se convirtió en una bandera opositora de alcance internacional, la oposición en México ha reaccionado de forma errática ante Teuchitlán. Un ejemplo claro es la desafortunada comparación del congresista republicano Riley M. Moore, quien intentó equiparar Teuchitlán con Auschwitz. La afirmación, además de ser falsa y desproporcionada, no encontró eco en Estados Unidos, pero sí fue amplificada por sectores de la oposición mexicana, lo que refleja su falta de estrategia e inteligencia política.
El reto de Sheinbaum: evitar la sombra de la impunidad
El manejo del caso por parte del gobierno será determinante. Hasta ahora, la administración de Sheinbaum ha mostrado una postura de apertura a la investigación, pero la lentitud y la falta de información clara generan desconfianza en los colectivos de buscadores.
Uno de los errores más evidentes fue la negativa de Morena a discutir el caso en el Pleno del Congreso, una decisión que permitió que la oposición se apropiara del tema en la narrativa pública. También preocupa la falta de claridad en torno a las pruebas encontradas y las acciones concretas para esclarecer los hechos.
El gobierno tiene dos opciones: actuar con firmeza para esclarecer el caso y reforzar su compromiso con los derechos humanos, o permitir que el silencio y la opacidad abran un flanco vulnerable para la oposición. La administración de Peña Nieto cometió el error de minimizar Ayotzinapa y perder el control de la narrativa. Sheinbaum no puede permitirse repetir ese error.
¿Una oportunidad para fortalecer la agenda de seguridad?
Teuchitlán puede convertirse en un punto de quiebre, pero también en una oportunidad para consolidar la estrategia de seguridad de la 4T. La inteligencia policial y el uso de tecnología en el combate al crimen organizado son elementos clave en el plan de Sheinbaum, pero deben complementarse con un enfoque de justicia y derechos humanos.
La presidenta ha anunciado nuevas medidas para mejorar la investigación de desapariciones y fortalecer la coordinación entre niveles de gobierno. Sin embargo, el reto es convertir estos anuncios en acciones concretas que generen resultados visibles. La sociedad exige respuestas rápidas y contundentes, y cualquier señal de impunidad puede convertirse en un golpe a la credibilidad del gobierno.
El contraste con la oposición es evidente. Mientras Sheinbaum busca una estrategia integral de seguridad, la oposición carece de un discurso coherente y una propuesta alternativa clara. Su enfoque ha sido más reactivo que propositivo, y en casos como la comparación de Teuchitlán con Auschwitz, ha demostrado una desconexión con la realidad que debilita su posicionamiento.
Conclusión: Teuchitlán como prueba de fuego
Teuchitlán no es Ayotzinapa, pero sí representa un desafío crucial para la 4T. La crisis de violencia y desapariciones en México sigue siendo uno de los temas más sensibles y demandantes para el gobierno, y este caso es una oportunidad para demostrar capacidad de respuesta y compromiso con la justicia.
Si el gobierno actúa con transparencia, eficacia y sensibilidad, puede evitar que Teuchitlán se convierta en una crisis política de gran escala. Sin embargo, si se cometen errores en la comunicación y en la investigación, la oposición encontrará un flanco para atacar la credibilidad de la 4T en materia de seguridad.
El desenlace de este caso será un termómetro del liderazgo de Claudia Sheinbaum y de la capacidad del gobierno para enfrentar uno de los problemas más urgentes del país. La historia juzgará no solo la magnitud del horror en Teuchitlán, sino la respuesta del Estado ante él.
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