PAN. En Querétaro capital ha perdido 9 puntos. En El Marqués, más de 12. En Corregidora, el 65% de la población manifiesta rechazo a la privatización del agua. Y San Juan del Río se encuentra prácticamente perdido para el PAN, con un diferencial de 8 puntos a favor de Morena. La única ventaja que sostiene al oficialismo en este escenario es la división interna de Morena, cuyas fracturas, ambiciones cruzadas y falta de liderazgo consolidado aún impiden que el descontento se traduzca automáticamente en una mayoría sólida.
Pero incluso ese factor comienza a diluirse. Porque cuando el sentimiento de traición se instala en el ánimo colectivo, no necesita grandes estructuras para manifestarse. Solo necesita una boleta y una pluma. Y en 2027, miles de queretanos las tendrán en la mano.
El comportamiento electoral en contextos de privatización ha sido ampliamente documentado: el partido gobernante puede perder entre 15% y 30% de su base electoral en los siguientes comicios. Si el PAN cae en ese rango, ya no hay margen de victoria posible, especialmente con una abstención que ronda el 40% y podría aumentar entre los sectores medios que antes le eran fieles.
Última escena
Lo que se aproxima no es una elección ordinaria. Es un referéndum emocional sobre la traición. Sobre la dignidad. Sobre el agua. La ciudadanía queretana votará en 2027 como quien ajusta cuentas. No votará por partidos: votará por justicia.
Y ahí, entre boletas marcadas con rabia y abstenciones cargadas de desprecio, se escribirá el fin de una era. La caída del PAN no será solo numérica: será simbólica. Y será irreversible.
Porque cuando se pierde la calle y se pierde el algoritmo, solo queda una cosa por perder: el gobierno.
Y en Querétaro, el PAN ya perdió las dos primeras.
Solo es cuestión de tiempo para que la tercera también se les escape entre las manos… como el agua.
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